Las pinturas de Altamira son más antiguas de lo que se creía

En el verano de 1879, María Sanz de Sautuola, una niña de cinco años, exclamó encantada, señalando al techo de una cueva: “¡Mira, papá, bueyes!”. Su padre, Marcelino Sanz de Sautuola, era un terrateniente local que, movido por su gran afición a la paleontología e informado por el tejero Modesto Cubillas de la existencia de una cueva en las cercanías, había acudido a investigar si existían herramientas prehistóricas. La cueva en cuestión era la de Altamira, en Santillana del Mar, Cantabria (España).

Quizá María, la pequeña descubridora, no lo sabía en aquel momento, pero acababa de hacer uno de los mayores hallazgos del mundo y de la historia. Ahora, y tras un nuevo estudio dirigido por un equipo interdisciplinar, se ha confirmado que algunas de las famosas pinturas rupestres de Altamira son más antiguas de lo que antaño se creía.

¿Qué edad tienen las pinturas de Altamira?

El equipo que ha llevado a cabo la investigación está formado por científicos de diversos países, entre los que se encuentran China, Portugal y España. Según sus conclusiones, las pinturas de las cuevas de Altamira, en Cantabria (España), serían más antiguas de lo que la ciencia había determinado en su momento, y confirmaría la datación de 2012, que arrojaba una antigüedad de unos 35.000 años.

Varias décadas atrás, el método de datación basado en carbono-14 señaló que la ejecución de las pinturas prehistóricas de la Gran Cueva de Altamira correspondería a un periodo que va del 15.000 y el 12.000 a.C., es decir, en pleno periodo Magdaleniense. En concreto, Bernaldo de Quirós y Cabrera Valdés propusieron, en 1994, que el carbón de las pinturas tenía unos 14.000 años.

Dos décadas más tarde, en 2012, nuevas técnicas de datación permitieron alargar la vida de las pinturas hasta nada menos que los 35.000 años de antigüedad, correspondientes al periodo denominado Auriñaciense. Se inició entonces un acalorado debate sobre la eficacia de los métodos empleados y sobre una posible contaminación de las pruebas.

Mucho más antiguas de lo que se creía

El objetivo del nuevo estudio no era otro que corroborar las fechas otorgadas en la investigación de 2012. Para ello, se tomaron las muestras con métodos mucho más perfeccionados y se analizaron posteriormente en laboratorios independientes y ajenos a la controversia generada anteriormente acerca de la antigüedad de las pinturas.

Los participantes de la investigación recogieron cuidadosamente, a través de bisturís, diminutas costras formadas con carbonato, que se encuentran sobre las pinturas y que ejercen, de esta forma, como "sello" temporal. Después, se inspeccionaron con técnicas de ablación láser y espectrometría de masas, además de cotejar la integración de uranio.

De esta forma, los investigadores arrojaron una edad mínima de 32.790 años para las pinturas que mostraban signos claviformes (es decir, elementos abstractos) y una edad de entre 22.600 y 32.020 años para las figuras de caballos pintados con ocre rojo. Estas dataciones las separaban en unos 20.000 años de las pinturas de bueyes que se encuentran en la Gran Cueva y que pertenecen al Magdaleniense.

Testimonios de diversas épocas

Así pues, resultaba evidente que la decoración de las cuevas cántabras había sido un proceso largo y paulatino, que englobaba varios periodos prehistóricos comprendidos entre el Gravetiense (al que pertenecían las pinturas abstractas) y el Magdaleniense (cuando se ejecutaron las pinturas de los bueyes). Siguiendo estas pistas, los científicos calculan que las cuevas de Altamira estuvieron pobladas durante unos 20.000 años. Las implicaciones son mucho más importantes de lo que puede parecer a simple vista. Con anterioridad, y de forma tradicional, se ha visto la evolución del arte prehistórico como algo lineal, que primero dio como fruto los signos abstractos y, mucho más tarde, los elementos figurativos. Sin embargo, la nueva datación cambia de un plumazo esta teoría, puesto que ambos elementos, los abstractos y los figurativos, convivieron sin problemas durante milenios.

El hecho de que el ser humano del Paleolítico combinara pintura abstracta con figuración (especialmente, de animales) nos da información sobre cómo pensaban y sentían nuestros antepasados. Estos eran capaces, pues, de alternar lenguajes pictóricos, dependiendo de la intención del mensaje, del contexto, o puede que incluso de la estética buscada.

Conclusiones

Así pues, los resultados del nuevo estudio son increíblemente útiles para ayudarnos a comprender con mayor profundidad la Prehistoria. La intercalación de diferentes formas de pintar sugiere, en contra de la teoría que identifica la evolución hacia la figuración como un ‘perfeccionamiento’, una combinación de ambos recursos, que eran ampliamente conocidos por los habitantes de Altamira.

Ahora bien, a la pregunta de cuándo plasmaban figuras y cuándo elementos abstractos, y con qué intención, no tenemos respuesta. Todavía existen demasiados interrogantes concernientes a nuestros antepasados; la buena noticia es que, poco a poco, y gracias a las diversas investigaciones que se han efectuado en los últimos años, estamos un poco más cerca de la luz.